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Meet The Author

3/5/14

Y me preguntan que es poesía

- ¿Hay un lugar para mí dentro de ti, Mundo?
- No, tú sola deberás hacerte con uno.

Escuchaba el silencio en sus pocos ratos libres. Abrazaba la distancia aunque no fuese mucha. Paraba los relojes y los hacía andar a los pocos minutos. Dejó de nadar contra la corriente para dejarse arrastrar por la marea de sus sueños. En realidad, dejó de sobrevivir para empezar a vivir. Se arrancó la venda de los ojos, se sacudió el polvo de los zapatos y salió de su acogedora cueva para conocer. Se acostumbró al hueco vacío de la cama y dejó de echar de menos de una vez por todas. Comenzó a disfrutar más de la compañía de quién la hacía sonreír y dejó de lamentar sus ausencias. Volvía a controlar la situación que se le escapó tiempo atrás. Se mantenía ocupada para no pensar en los poemas de amor que se le venían a la mente cada vez que recordaba su sonrisa. Sonreía porque solo veía lo bueno, porque se obligaba a ello. Porque se había prometido no enamorarse. Porque quería un romance sin amor, confianza, libertad sin fianza. Ese era su ideal, su idea de felicidad. Estar con una persona sin que los celos la matasen, sin cuentas que rendir. 
Una balanza desequilibrada con mucho a favor y nada en contra. Soñaba despierta que dormía por las noches. Cantaba los días de lluvia. Pintaba cuadros en los cristales llenos de vaho y escribía cuentos en los márgenes de las libretas.
Se acordaba de él a todas horas. Tomaba café antes de dormir. Se prometió disfrutar de las buenas rachas tanto como le fuera posible, y abusar de su buena suerte hasta que se agotara. Se juró buscar siempre el lado bueno y superar las malas rachas.
Seguía ahogándose en sus propios complejos, y calculando cada paso que daba. Quizá nunca conocería lo que se siente cuando arriesgas, cuando te dejas llevar sin planificarlo todo. Pero le iba bien y eso bastaba.

Y que mientan los poetas cuando hablen del amor.

25/3/14

Necesito empezar a llorarte

Tengo que asumir que ya te he perdido, que no puedo seguir viviendo de recuerdos, de momentos pasados. Debo arrancarte de mis entrañas, aunque me duela más que la sensación de echarte de menos a cada segundo. Tengo que sacudirme de encima la última sonrisa, la que todavía me provoca un cosquilleo cuando la pienso. Necesito darme una ducha fría de realidad, que me cale hasta los huesos, que me desatornille tus ojos del corazón. Tengo que abrir la ventana y tirar las cartas que nunca te di... Porque un día tuve entornada la puerta al corazón y tú entraste como una tromba, sin permiso, sin avisar y ahora tengo que cerrarla, pero no puedo. No quiero quedarme dentro, ni dejarte fuera. 

Debería empezar a llorarte, comprender que "nuestro" tiempo pasó. O mejor, entender que nunca fue. Que agua pasada no mueve molinos. Que los sueños, sueños son. Que no por mucho madrugar amanece más temprano y que más vale pájaro en mano que ciento volando.


23/3/14

I missed all the match

La vida trae fallos de fábrica.

Vicios ocultos que no tenemos a quién reclamar...
Por ejemplo, a lo largo de nuestro período existencial, tendremos que tomar miles de millones de decisiones banales; como el color de los zapatos, el corte de pelo, que comeré hoy, cuanta azúcar debería echarle al café, el día que empezaré la dieta nueva, los regalos que haré... Estupideces, cosas sin importancia. Decisiones sin las que podríamos vivir, prescindibles. Decisiones que si otra persona decide tomar por nosotros no supondrán un cambio relevante en nuestras vidas, quizá un leve  traqueteo de nuestra rutina.
En cambio, elegir de quién nos enamoramos no está en nuestra mano. Ni siquiera es una opción. Es una imposición. Pasa y se acabó. No recibes ningún aviso previo. No hay señales de tráfico que te adviertan. Nadie te consulta si te apetece enamorarte, ni como te gustaría que fuese él, que rasgos, que personalidad. Ningún alma caricativa se para a explicarte los riesgos. Simplemente un día, te encuentras completamente perdido en los ojos de otra persona, sin rumbo, enredado en un pelo ajeno, sin camino. Bueno, siempre puedes seguir el sendero a la curva de su sonrisa. Pero a lo que vengo a referirme, es que tu vida da un giro de ciento ochenta grados a una velocidad de vértigo y cómo no lo esperabas, acabas tirado en el suelo, con magulladuras por todo el cuerpo y en los casos más extremos con el corazón roto. ¿Lo peor? Lo peor es que ni siquiera has podido opinar sobre ello.
En cambio, te dejan escoger si luchar o rendirte, te dan a escoger entre que duela o que te duela mucho. Te ofrecen una opción barata, con una ilusión enorme, pero sin ninguna garantía de que se cumpla y te toca escoger entre buscar la felicidad o esperar a ver si ella te encuentra, algo muy difícil.

No elegimos de quién nos enamoramos.